El agua que tomamos ahora es la misma que se ha estado usando durante millones de años. Se ha conservado casi sin cambio tanto en cantidad como en tipo desde que se formó la Tierra. El agua se mantiene en tres estados: como líquido, gas (vapor) o sólido (hielo), se recicla constantemente, es decir, se limpia y se renueva trabajando en equipo con el sol, la tierra y el aire, para mantener el equilibrio en la Naturaleza . La interminable circulación del agua en la tierra se llama el ciclo hidrológico.
Aunque el agua está en movimiento constante, se almacena temporalmente en los océanos, lagos, ríos, arroyos, cuencas, y en el subsuelo. Nos referimos a estas fuentes como aguas superficiales, aguas subterráneas.
El sol calienta el agua superficial de la Tierra, produciendo la evaporación que la convierte en gas. Este vapor de agua se eleva hacia la atmósfera donde se enfría, produciéndose la condensación . Así se forman pequeñas gotas, que se juntan y crecen hasta que se vuelven demasiado pesadas y regresan a la tierra como precipitación en forma de lluvia.
A medida que cae la lluvia, parte de ella se evapora directamente hacia la atmósfera o es interceptada por los seres vivientes. La que sobra se mete a la tierra a través de un proceso que se llama infiltración, formando las napas subterráneas. Si la precipitación continúa cayendo a la tierra hasta que ésta se satura, el agua excedente entonces pasa a formar parte de las aguas superficiales.
Tanto las aguas superficiales como las aguas subterráneas finalmente van a dar al océano o lagos, donde comienza el ciclo nuevamente.
Se estima que el volumen total de agua en la tierra es de 1.400 millones de km3, volumen constituido en un 97% por agua salada. De los 39 millones de agua dulce disponibles, sólo 10 millones de km3 de agua son utilizables (la otra parte se encuentra bajo la forma de hielo).
El lago Bayal en Liberia constituye el mayor depósito de agua dulce en el mundo: 22000 km3.
Sólo 10 países comparten el 60% de las reservas mundiales de agua.
Las regiones áridas cubren el 31 % de las tierras emergidas que, a su vez han sido alcanzadas en un 40% por el fenómeno de desertización: reforzado por la progresión del nivel de los océanos, este fenómeno de desequilibro en la distribución del agua en el planeta se acentúa ineluctablemente.
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